Cada curso, cuando pregunto a mis alumnos de 1º de ESO si alguna vez han usado una lupa binocular o un microscopio, las respuestas son muy parecidas: la mayoría nunca los ha tocado. Muy pocos, lo han usado en primaria, otros mencionan que tienen en casa una lupa o incluso un microscopio… pero suelen ser de juguete.
Otros años me aventuraba directamente con el clásico frotis de mucosa bucal, una práctica muy vistosa para el alumnado porque les permite observar por primera vez sus propias células al microscopio. Sin embargo, me daba cuenta de que muchos estudiantes se frustraban en este primer intento: no conseguían enfocar bien, confundían las burbujas o las fibras de papel con las células, o directamente no sabían manejar los tornillos de enfoque ni los aumentos. Es decir, se enfrentaban a una muestra biológica real sin haber adquirido antes la destreza técnica necesaria.
El curso pasado decidí probar una alternativa: una práctica inicial mucho más sencilla y progresiva, utilizando objetos cotidianos para la lupa binocular y figuras ocultas impresas para el microscopio. De esta manera, el alumnado aprendió primero a manejar los instrumentos en un contexto accesible, donde el objetivo no era tanto “descubrir la célula” como familiarizarse con la técnica de observación. Y el resultado fue mucho mejor: cuando más adelante se enfrentaron a una muestra biológica real, ya tenían la práctica, la confianza y la seguridad necesarias para hacerlo con éxito.
En definitiva, si queremos que más adelante puedan observar correctamente muestras biológicas o geológicas, es necesario que aprendan primero a manejar bien estos instrumentos.
Objetivos de la actividad
- Diferenciar la lupa binocular del microscopio óptico, reconociendo sus semejanzas y diferencias.
- Conocer las partes básicas de ambos instrumentos y su función.
- Aprender a manipular correctamente la lupa binocular y el microscopio, cuidando el material.
- Desarrollar la observación científica a través del dibujo de lo que se ve en cada caso.
- Valorar la importancia de estas herramientas para descubrir un mundo que a simple vista permanece invisible.
A continuación voy a explicar cómo desarrollo esta práctica en clase, para que cada docente pueda adaptarla a sus necesidades y a sus alumnos.
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¿Cómo se lleva a cabo la práctica?
La práctica comienza con una introducción comparativa entre la lupa binocular y el microscopio: qué tienen en común y en qué se diferencian. Para ello, primero explicamos y dibujamos las partes de ambos instrumentos, y dejamos que los alumnos las toquen para familiarizarse con ellas. Hacemos especial hincapié en que la lupa binocular permite observar objetos en tres dimensiones, con luz reflejada, ideal para objetos opacos; mientras que el microscopio óptico nos muestra el mundo a través de la luz transmitida, que atraviesa la muestra, siendo perfecto para células y estructuras muy pequeñas. Un ejemplo sencillo y llamativo es pedirles que pongan un dedo o un cabello: con la lupa se ve la textura de la superficie, pero en el microscopio, si tapamos la luz, simplemente no se ve nada.
Después, pasamos a la fase práctica con la lupa binocular. En las mesas del laboratorio coloco diferentes materiales cotidianos: hojas, arena, telas, alimentos y pequeños objetos domésticos. Por grupos, los alumnos deben elegir un objeto, un elemento natural y un alimento, y dibujarlos tal y como los ven bajo la lupa. El objetivo es que comprendan que hasta lo más sencillo —un grano de sal, la piel de una fruta o una pluma— revela un universo de detalles cuando se observa con atención.

A continuación, llega el momento de enfrentarse al microscopio. Para ello, preparo láminas con letras y figuras diminutas impresas en papel transparente y pegadas en un portaobjetos. Esto se puede hacer fácilmente en casa o en el centro: basta con imprimir el patrón en acetato transparente o, si la impresora no admite plástico, en papel cebolla, que deja pasar bastante bien la luz. Incluso hice la prueba con folios finos y también funcionó. El reto consiste en descubrir todas las imágenes ocultas. Aunque algunas se podían leer a simple vista, a los alumnos les encantaba buscarlas con el microscopio, practicando así el manejo de los tornillos macrométrico y micrométrico, y aprendiendo la importancia de empezar siempre con el menor aumento y de usar correctamente los tornillos para mover la platina. Una vez localizada la figura, debían dibujarla y anotar cómo habían conseguido enfocarla con claridad.

Si tienes muy buen pulso, otra opción creativa es dibujar directamente con un rotulador permanente sobre un portaobjetos de vidrio, creando tus propios patrones diminutos para que el alumnado los busque y los enfoque con el microscopio.


Finalmente, realizamos una reflexión conjunta: qué diferencias notaron entre la lupa y el microscopio, qué dificultades tuvieron al enfocar y qué ventajas ofrece cada instrumento dependiendo de la muestra.
📂 Recursos disponibles
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Además, también encontrarás el imprimible con las letras y figuras diminutas, listo para usar en acetato o en papel cebolla (el que yo utilicé, pegado a los portaobjetos), de manera que puedas replicar fácilmente la actividad en tu aula.